lunes, octubre 24, 2011

Tiempo de despertar

Eran las siete de la mañana, y aunque unas pocas horas antes había amanecido el día con buen clima, Juan no lo sabía. El trino de los pájaros formaba una dulce sinfonía a su alrededor y el ruido de aquella cañada cercana hacía las veces de percusión.

La brisa matutina había llegado a buscarlo y soplaba fuertemente llamándolo a sus labores del día, y es que extrañaba no haberlo sentido en la madrugada preparándose para la jornada y silbando alegremente como siempre.

En lo alto de una torre estaba Juan dándose cuenta de la interferencia que amenazaba con sacarlo del mundo, y que le hacía más difícil mantenerse con vida. Hasta cierto punto no le interesaba recordar cómo había llegado allí; y como siempre, estaba acompañado de esa silueta, que en cada una de las ocasiones lo seguía, aparecía con él en cada uno de esos extraños lugares que luego con perfecta armonía se mezclaban con sus recuerdos.

Algunas veces había podido escuchar su voz, que tan familiar como tan extraña lo confundía. Usualmente era ella la que lo hacía perder la conexión y lo llevaba a ese estado que le permitía pensar desde un punto de vista ajeno lo ocurrido en sus inesperadas aventuras, y a menudo olvidarlas luego de un rato.

Desde la terraza de la torre y con esfuerzo se alcanzaba a escuchar una melodía interpretada majestuosamente, acentuando las notas a fortísimo cuando caían los rayos de la tormenta que se acercaba. Con cada trueno la melodía fue escuchándose más y más cerca hasta que se asentó dentro del cuerpo de Juan, quien fuese a donde fuese no dejaba de sentirla.

Pasaron varios días y, desesperado por la incesante música que se repetía una y otra vez decidió subir nuevamente a aquella torre y acabar con su vida lanzándose al suelo, ya que carecía de sentido vivir con la condena de no poder sentir la variedad de sonidos a la que estaba acostumbrado, y es que, qué es la vida sin su infinita diversidad.

De repente, y con una horrible sensación de vacío, Juan se despertó de golpe y se dio cuenta que eran las siete y 5 de la mañana, que ya su hermana había comenzado la clase diaria de guitarra que dictaba el profesor que iba a su casa y que seguramente llegaría tarde al trabajo.

1 comentario:

naturaleza dijo...

sin congoja y con aturdimiento.. despertares..